Fr. Stephen Van Lal Than

RILEY GREIF | WKC

Al entrar en el tercer año del Avivamiento Eucarístico, salgamos en misión

Muy estimados hermanos y hermanas en Cristo,

“Vayan en paz”. “Vayan, la Misa ha terminado”. “Vayan en paz, glorificando al Señor con sus vidas”. “Vayan y anuncien el Evangelio del Señor”.

A todas estas aclamaciones respondemos instintivamente: “Demos gracias a Dios”.

Una vez escuché a un director de retiro, hablando de la Santa Misa, sugerir que una “despedida” apropiada de la Misa podría ser: “La Misa nunca termina. Vayan en paz”.

Al comenzar el último año del Avivamiento Eucarístico de tres años en la Iglesia católica de los Estados Unidos, podría ser bueno llevarnos ese mensaje con nosotros. Debemos tener la mentalidad de que la Eucaristía siempre nos renueva y revive. A su vez, como católicos, debemos ver constantemente la Eucaristía como la “fuente y culmen” de la vida cristiana.

El enfoque de este tercer año de Avivamiento Eucarístico es la misión. Debemos recordarnos y desafiarnos en conocer la Gran Comisión de Jesucristo: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”.

El mes pasado más de 50,000 católicos se reunieron en Indianápolis para el X Congreso Eucarístico, el primero en nuestro país desde el año del bicentenario de 1976. Ese Congreso se celebró en Filadelfia como parte de la celebración del bicentenario de los Estados Unidos.  Este Congreso Eucarístico completó el segundo año de este avivamiento actual.

Peregrinaciones Eucarísticas Nacionales desde cuatro puntos del país arribaron en Indianápolis desde cuatro rincones de nuestra nación. La procesión de la ruta sur llamada San Juan Diego pasó por la Diócesis de Owensboro entre el 30 de junio al 3 de julio. Se dieron procesiones y celebraciones especiales que marcaron ese trayecto, y donde localmente más de mil personas participaron en esos eventos.

Al comenzar este tercer año de avivamiento, la Iglesia debe mirar con ojos nuevos la Gran Comisión de Jesús. En nuestra diócesis hemos continuado nuestras Pequeñas Comunidades de Hechos 2,42 para compartir la fe. De nuevo comenzarán a reunirse en septiembre y continuarán hasta el próximo mayo.

Quiero repasar una de mis reflexiones ofrecidas por video el año pasado en mi serie de meditaciones en inglés sobre las partes de la Misa.  En uno de esos videos reflexioné sobre la narrativa de la Consagración en la Misa donde recordamos las palabras de Jesús mientras toma el pan en la Última Cena: “Tomen y coman todos de él, porque esto es mi cuerpo, que será entregado por ustedes”.

Luego Jesús, tomando el cáliz, dijo: “Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados”.

Resumiendo la rica bendición que acaba de ofrecer a sus discípulos, Jesús extendió este don para todas las edades y tiempos: “Hagan esto en conmemoración mía”.

Entonces, son tres mandatos: Tomen y coman; tomen y beban; y hagan esto en conmemoración mía.

Los evangelistas Mateo, Marcos y Lucas relatan la narración de la Última Cena de manera muy similar. Juan, sin embargo, acentúa una faceta de esa cena que los otros tres no registraron. Juan señala que Jesús lavó los pies de sus discípulos en esa Última Cena. Y les dio instrucciones:  Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros.

La acción figurativa de Jesús de lavar los pies a sus discípulos es una acción eucarística. De esto surge un mandato equivalente a tomar, comer y beber el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Este mandato está muy orientado a la misión. Así se entiende lo que el director de aquel retiro del que les mencione al principio de este articulo sugirió al decir que la Misa no termina, sino que continúa cada vez que nosotros, en el nombre de Jesús, lavamos los pies, alimentamos a los hambrientos, visitamos a los enfermos y a los encarcelados, y consolamos a los moribundos. La Misa no termina, sino que continúa cuando instruimos a otros en la fe, cuando actuamos en nombre de la justicia y cuando damos la bienvenida al extraño entre nosotros.

Vayamos en paz para amar y servir al Señor.  

¡Que Dios los bendiga siempre!

Obispo William F. Medley
Diócesis de Owensboro


Originalmente publicado en la edición de agosto de 2024 del Católico de Kentucky Occidental.

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